El cabriolé, mas tarde conocido como cab, es una cabina cerrada con un asiento en su interior para dos personas. La parte delantera de la cabina es abierta, lo que permite una mejor vista, y una cortina de cuero, que puede ser corrida, brinda privacidad o refugio de los elementos. Se accede por dos puertas de escaso tamaño ubicadas en la parte delantera. Suele ser muy ligero, de dos ruedas, suspendido por detrás de la caja por medio de correas y tirado por un solo caballo.
Lo conduce un cochero situado en lo alto de su parte posterior pasando las riendas sobre el techo desde donde tiene un visión de altura. Desde allí puede comunicarse con sus pasajeros a través de una trampilla en el techo. El gran tamaño de sus ruedas y la posición más baja de la cabina provoca un menor desgaste y menos accidentes.
Lo conduce un cochero situado en lo alto de su parte posterior pasando las riendas sobre el techo desde donde tiene un visión de altura. Desde allí puede comunicarse con sus pasajeros a través de una trampilla en el techo. El gran tamaño de sus ruedas y la posición más baja de la cabina provoca un menor desgaste y menos accidentes.
Hacia la segunda mitad del siglo XVIII, en Francia, se le denominaba cabriolet a un tipo de sombrero de mujer con alas anchas y plumas para proteger a su portador del sol y la lluvia. Debido a la similitud del sombrero con el nuevo tipo de carruaje se comenzó a utilizar el término para nombrarlo pues gracias a su capota o cabriolé cubría a los pasajeros.
Debido a su velocidad fue el coche elegido por el detective ficticio Sherlock Holmes. Su velocidad y maniobrabilidad lo convirtieron en el vehículo ideal para el detective de Arthur Conan Doyle que le permitía llegar rápidamente a la escena del crimen.
Hacia 1920 los taxis cab fueron sustituidos por vehículos a motor. Sin embargo su utilidad y presencia por casi un siglo en la escena urbana ya había marcado la sensibilidad de sus ciudadanos y con ello el lenguaje. De esa suerte el término cab no solo apunta un tipo de carruaje sino también a cualquier tipo de taxi de cabina.
Alejandro Dumas dice lo siguiente sobre el cochero de cabriolé: Es necesario tener un genio muy tétrico para no rendirse a sus halagos; a los cuidados que os demuestra; a la paja que pone bajo vuestros pies; a la manta de que se priva, sea que nieve, sea que llueva para libraros de la lluvia o del frío; es necesario estar de un mutismo muy obstinado para guardar silencio ante las mil preguntas que hace, ante las exclamaciones que se le escapan, ante las citas histéricas con que os acosa. Es que el cochero de cabriolé ha visto el mundo, ha vivido en sociedad. Ha llevado a un candidato a la Academia a hacer sus treinta y nueve visitas y el futuro académico le ha hablado de literatura; después ha llevado a un diputado a la Cámara y el diputado le ha hablado de política; dos estudiantes han subido después de éste, hablaron de operaciones anatómicas y el cochero tomó así mismo algunas nociones de medicina. Ligero, superficial en todo, pero extraño a pocas cosas en el mundo, es irónico, espiritual, alegre, charlatán, gustándole los espectáculos y tiene casi siempre un pariente o un amigo que lo hace entrar gratis al teatro.
El cochero de cabriolé es el hombre de las viejas sociedades. La civilización ha llegado a él y él se ha hecho para la civilización.
Texto tomado de las siguientes páginas. EcuRed; El cochero de cabriolé, cuento de Alejandro Dumas.
Y algún nostálgico puso un cabriolé en una veleta.
La veleta indica viento este-noreste. Portland. Oregón. Estados Unidos. (Foto: Eva Steinberger)
En esta casa. Portland. Oregón. Estados Unidos. (Foto: Eva Steinberger)


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